martes, 8 de enero de 2013

Entrevista a Magda Rodríguez Dehli

Dirección
Entrevista a Magda Rodríguez Dehli

En esta entrevista hemos querido hablar con Magda R. Dehli, muy conocida ex-alumna de La Ería, sobre otra importante actividad musical, la dirección de orquesta, ya que Magda está realizando su primer año de estos estudios en Madrid. Entre todos le hemos hecho preguntas sobre cómo lleva los estudios, cómo es la dirección de orquesta, sus preferencias musicales... En primer lugar, para acercarse a nosotros y salvar la distancia Oviedo-Madrid nos envía un saludo:



¿Cuándo empezaste a interesarte por la música? 
Empecé a tocar la guitarra cuando tenía cinco añitos, como actividad extraescolar en la escuela de La Ería; al año siguiente estaba completamente convencida de que quería continuar y estudiar música un poco más a fondo, y comencé a ir a clase a una academia donde hice el grado elemental. 

¿Tienes algún familiar que haya influido en este sentido? ¿Es también músico/a? 
Sin lugar a dudas, mi madre fue la mayor impulsora de mi gusanillo por la música. Aunque ella no ha estudiado música, siempre ha sido el gran apoyo para que el resto de la familia lo hiciésemos. Por otro lado, mi profesor de música en la escuela también me dio muchos ánimos para embarcarme en esta “aventura”. 

Sabemos que «tu instrumento» es la guitarra ¿por qué esa decisión? ¿Aparte de la guitarra, cuál es tu instrumento favorito? 
Empecé a tocar la guitarra como empieza la mayoría de los niños: había una en casa, otros miembros de la familia habían hecho sus pinitos con ella antes, y aparecieron estas clases en la escuela. Cuando comencé grado elemental, jamás se me pasó por la cabeza que existiese la posibilidad de tocar otro instrumento distinto. Hasta que, en el conservatorio, la asignatura de piano complementario me hizo plantearme otras cosas y preparé la prueba de acceso. Entre ambos, me quedo con la guitarra; en realidad, todos los instrumentos son muy interesantes y tienen cosas preciosas, pero si tengo que elegir alguno más, me quedo con el cello y el clarinete. 

¿Cómo surgió tu inquietud por la dirección de orquesta? ¿Te influyó algo o alguien en esta decisión? 
De pequeñita, siempre salía de los conciertos diciendo que quería tocar en una orquesta. Algo un poco difícil, teniendo en cuenta la poca oferta que puede tener un guitarrista en una orquesta. Siempre me ha llamado mucho el terreno sinfónico, la creación de sonido colectivo, la energía que desprenden todos los instrumentos expresando juntos. 

¿Qué te atraía frente a otras opciones? ¿Por qué no concentrarte en la guitarra o encaminarte hacia, por ejemplo, la composición o la enseñanza? 
Básicamente, es una cuestión de resistencia: para ser instrumentista o compositor, las horas y horas de estudio son algo que no me siento capacitada para abordar. ¡Yo necesito estar moviéndome y cambiando de actividad constantemente! Me ha costado mucho dejar la guitarra a un lado, porque, como pasa a todos los músicos, tenemos un vínculo muy fuerte. Pero me gustaría retomarlo y hacer el superior de guitarra algún día. 

Para estudiar dirección has tenido que superar una prueba de acceso ¿qué tuviste que hacer? 
Las pruebas de acceso a superior no son como la PAU: no basta con examinarse en el distrito de origen y esperar que tu nota sirva para cualquier centro del país. Hay que ir a hacer el examen in situ. Y en cada conservatorio se hacen pruebas diferentes e incluso sobre diferentes temarios. Mi examen consistió en un ejercicio de análisis, un dictado, la composición de una invención estilo Bach y una entonación a primera vista con gesto. A la nota se le sumaba la media del expediente de grado medio. 

¿Cómo son los estudios de dirección? (número de cursos, materias que se imparten...) 
Ahora mismo -tal y como están las cosas en Educación, no se puede hablar más allá-, Dirección es una titulación de cuatro años que combina lo que antes eran dos grados distintos, Dirección de Orquesta y Dirección de Coro. En el conservatorio de Madrid se enseña dirección según la técnica de Celibidache, uno de los grandes directores del siglo XX. Este curso tengo trece asignaturas: técnicas de dirección, técnicas de ensayo y concertación, contrapunto, armonía, análisis, improvisación y acompañamiento, piano complementario, coro, educación vocal, educación auditiva, acústica, historia de la música y una optativa. Más adelante, se van sumando asignaturas de repertorio, funcionamiento de los instrumentos, orquestación y repertorio. Y de vez en cuando, cuando los presupuestos lo permiten, algunas prácticas. 

¿Puedes explicarnos de forma más detallada lo que haces en este primer curso? ¿Cuántos alumnos sois? 
En primero, somos siete alumnos de dirección; en total, en el conservatorio somos unos cuantos centenares, pero el ambiente entre los estudiantes es muy agradable y familiar: la conciencia colectiva del «todos somos músicos» está muy por encima de las diferencias de edad, de curso o de especialidad. Ya he descrito el plan de estudios de mi curso. En líneas generales, hay asignaturas teóricas (como historia), prácticas (piano o educación vocal), de composición (armonía o contrapunto) y luego las propias de la especialidad, que son las «técnicas». 

¿Cuál es la parte más difícil para ti de este aprendizaje? ¿Y la más fácil? ¿Cómo son las prácticas? 
Lo que me resulta más difícil es, irónicamente, mover los brazos bien. Los movimientos del director tienen mucha más injundia de lo que parece: tiene que percibirlos igual de claros toda la orquesta, independientemente del ángulo desde el que vean el podio, y luego hay que procurar seguir vivo y en buen estado de salud después de unas cuantas horas haciendo aspavientos. Y lo más fácil... yo creo que lo más fácil es emocionarse con la música que intentamos hacer entre todos. Las prácticas son un asunto especialmente delicado. Conseguir una orquestilla o un coro pequeñito, pero de profesionales, para unos estudiantes de dirección, es terriblemente caro, y con la que está cayendo su pervivencia se ha puesto en el ojo de la polémica. Parece que de momento van a sobrevivir, y una vez o dos al trimestre se seguirán poniendo bajo las batutas de los alumnos. Mientras y no, también algún día nos dejan “prestadas” la orquesta y la banda del centro. 

¿Tienes «deberes» en tu formación como directora? ¿En qué consisten? 
¡Desde luego que sí! Tengo ejercicios de contrapunto y de armonía, tengo un montón de partituras que analizar, tengo que tocar y cantar obras, y todos los días tengo que sacar mi rato para hacer técnica en casa: delante de un espejo, con las partituras, sin ellas, escuchando grabaciones en Youtube o canturreando, anotando cosas... Es como lo que haría un instrumentista, pero un poquito más silencioso, hay que apelar más a la imaginación sonora. Y eso no siempre es fácil. 

¿Ya has tenido que dirigir alguna obra? ¿Cómo es el proceso de preparación? ¿Qué aspectos son más complejos? 
Desde las primeras semanas empezamos viendo obras, para vernos sobre el terreno. Eso sí, no han salido de clase ni nos las hemos visto aún con una orquesta de verdad. Como las clases son colectivas, cuando le toca situarse en el atril a uno, los demás nos apañamos con el piano, con otros instrumentos que estén disponibles o cantando chapuceramente. Ahora lo más importante es el gesto. Para esto, nos estudiamos primero las partituras en casa, las “rayamos” -es decir, indicamos con un código de rayas y puntos los movimientos de brazo- y pintarrajeamos para aclararnos después bien (de nuevo como haría un instrumentista, pero con lápices de colores y mucho más escandalosamente: hay que anotar el análisis formal y armónico, la agógica, la dinámica, el gesto y particularidades de cada voz, un montón de detalles que conviene dejar muy visibles). Con ellas ya estudiadas en casa, las llevamos a clase y los profesores nos corrigen el trabajo. El paso siguiente, llevarlo a la orquesta, funciona parecido a este; solo que es mucho más gratificante, porque se recibe la respuesta sinfónica, ya no una lectura de emergencia al piano. Y sentir la fuerza de una orquesta pasándote entre las manos... es sencillamente impresionante. 

¿Te pone nerviosa la idea de estar al frente de un grupo de músicos? 
Me imagino que como para todo el mundo, los nervios están ahí, y no dejan de ser algo sano para la responsabilidad. Pero de hecho, creo que llevo peor mover las manos en el vacío, sin que ocurra nada de lo que pasa por mi cabeza; aunque es un ejercicio que hay que hacer, y de cualquier forma siempre se puede andar cantando por encima para hacerse mejor a la idea de lo que se quiere expresar. 

Ahora mismo ¿estás haciendo alguna actividad musical aparte de los estudios? (grupo de cámara, coro…. )
Ahora mismo sería absolutamente imposible. ¡Entre la facultad y el conservatorio el día ya no tiene horas para pensar en más! 

¿Qué cualidades crees que debe tener un buen director/a? 
Creo que debe tener una buena capacidad de síntesis, comprensión musical y expresividad y expresión (ambas cosas); como la propia palabra indica, necesita cualidades básicamente de liderazgo. Empatía, firmeza, claridad del gesto... y, pese a que muchos directores famosos no hacen precisamente gala de ello, buen humor y buen trato con los músicos. 

¿Cree que es importante tener un repertorio amplio o es mejor especializarse? 
Cuanto más amplio el repertorio, mejor. Por supuesto que los especialistas son necesarios: la música barroca, por ejemplo, requiere de un estudio muy particular, y los instrumentos de época necesitan intérpretes formados para ellos que no van a tener el mismo acceso al repertorio, por ejemplo, del siglo XX. Pero a nivel orquestal, una variedad de estilos significa una amplitud de mente y una mejora de la comprensión de la música en general. Y de todos ellos puede aprenderse muchísimo. 

¿Cuál es su aspiración, tu meta en la dirección? Imagina que llegas a ser profesional ¿Qué orquesta te gustaría dirigir? ¿Alguna obra en especial? 
¡¡La Filarmónica de Berlín, ya puestos a pedir!! Bromas aparte, pero sin dejar de fantasear, me gustaría trabajar con el sistema de orquestas de Venezuela, o al menos ver su funcionamiento desde dentro. Además de su calidad musical (más que magnífica), es un modelo muy inspirador, y una de las mejores demostraciones de cómo se puede cambiar el mundo a través de la música. Y si tengo que elegir alguna obra... Tal vez el West Side Story de Bernstein, la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvořák, o llegar a estrenar la obra de algún compositor del momento. Pero hay un montón de cosas bonitas que tengo ganas de hacer. 

¿Por qué crees que hay menos mujeres que hombres en la dirección? ¿Qué opinas al respecto? 
La carrera de dirección, hasta hace poco, tenía una estructura muy parecida a la diplomática: tras un largo proceso que había que cumplir religiosamente (primero niño cantor, violinista sobresaliente al cambiar la voz, concertino en la orquesta), se tenía la opción de alcanzar la batuta. Eran muchos obstáculos en un camino ya de por sí muy difícil para las mujeres que llegaban al mundo de la música profesional. Hoy en día, las orquestas están compuestas tanto por mujeres como por varones, pero las directoras aún son un fenómeno extraño: creo que se debe que las condiciones laborales de un director (si no se dedica a la enseñanza, lo más probable es que sus contratos sean por temporadas en cada ciudad, y si es muy brillante puede tener que estar cada semana en un país diferente) que hacen especialmente difícil compaginar el trabajo con la vida personal, y ya no digamos familiar. Las reminiscencias de ambos roles, o más bien lugares de género (la posición de liderazgo de grupo y la responsabilidad familiar) han sido factores determinantes. De cara al futuro, esta situación cambiará; aunque ahora tampoco somos precisamente mayoría en las aulas -de entre los cuatro cursos, tal vez seamos un total de seis chicas-, pero indudablemente hay cada vez más mujeres desarrollando esta vocación. Y desde luego, a todos nos hace falta que la profesión se vuelva un poco más sostenible a nivel personal, porque el modelo que sigue imperando tiene consecuencias dramáticas para todos. 

¿Qué director/a de orquesta admiras en especial? ¿Por qué? 
Hay muchos nombres imprescindibles: Simon Rattle, Carlos Kleiber... Pero me quedo con Gustavo Dudamel y su inmensa expresividad, es un director que sabe fundirse con la orquesta, hacerla vibrar y sacudir al público en sus asientos. 

Y como «oyente» de música ¿Qué estilo musical prefieres? 
Con tal de que sea bueno, me gusta todo lo que suene. Me gusta la música barroca, la clásica, la romántica, la nacionalista, la contemporánea y las corrientes del siglo veinte más allá de la tonalidad; pero disfruto lo mismo con Glenn Miller, los Beatles, Bruce Springsteen, los ovetenses Stormy Mondays, Simple Plan o música étnica. 

¿Cuál es tu obra musical preferida? 
Creo que no sé cómo contestar a esta pregunta. ¡Me gustan muchísimas cosas! 

Cuando estudiabas en La Ería fuiste ganadora muchas veces del concurso literario, ¿has abandonado la literatura? 
¡Gracias por recordarlo! En realidad, eso es algo que no está en mano de nadie. La literatura no se puede hacer con una voluntad consciente y aplastante, como pueda ser ponerse a cocinar un bizcocho. Más bien son las palabras y las ideas las que deciden cuándo venirse, y en el momento en que llaman a la puerta no queda otro remedio que abrir o esperar a que la echen abajo. Partiendo de esto, tengo confianza en que no hayan decidido abandonarme del todo. 

Sabemos que además estudias Relaciones Internacionales en la universidad ¿estás contenta? ¿Cuáles son tus proyectos profesionales cuando termines? 
Me encanta la facultad. Las materias son muy interesantes, los profesores fantásticos, el ambiente entre compañeros muy entrañable. Y además los horarios me permiten asistir a clase de todo, así que me considero una auténtica privilegiada. Respecto al futuro, prefiero no pensar todavía en él; el panorama económico y político que tenemos lo anula bastante, pero dejando la crisis a un lado considero que aún es demasiado pronto para hacer proyectos definitivos. 

Cómo te organizas para hacer todo lo que haces, ¿tienes algo de tiempo libre…? 
Realmente, no me organizo. Hago las cosas bastante a salto de mata, porque cada vez que intento planificar algo nunca cumplo con mis propósitos. Y en medio de todo el berenjenal, siempre hay que encontrar un poco de tiempo libre, ¡lo importante es vivir y respirar de vez en cuando! Además, Madrid es una ciudad que ofrece muchísimas cosas que no se pueden dejar pasar... 

¿Echas de menos La Ería? ¿Cómo valoras tu paso por el instituto? 
¡Claro! En La Ería me lo he pasado genial, he recibido una gran enseñanza -prueba de ello es que en la universidad ya me han preguntado de qué centro vengo alguna vez- y además he tenido una libertad creativa y de pensamiento y oportunidades que no se presentan en muchos sitios. Siempre hay días más azules y más grises, pero sin duda han sido seis años de los que guardo grandes recuerdos y grandes amigos.


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